La Vida de un ninja

Corrió apresuradamente y sin hacer ruido alguno. Viendo como pasaba rápidamente las casas, ahora reducidas a escombros debido al fuego incandescente, que aun seguía vivo.
Alimentado solo por la madera del lugar. El único sonido que se percibía era el de las brazas ardiendo y uno que otro crujido proveniente de la madera quemándose.

La herida del costado le dolía con cada movimiento que ejercía su cuerpo, pero aun así, continuo corriendo con todas sus fuerzas, buscando con la mirada a su alumna. La mejor de todos los Ninjas que había entrenado. A pesar de ser tan solo una niña, ella sabía pelear muy bien. Pero algo le decía que nada estaba bien del todo.

Apresuro el paso, solo había silencio en el pueblo, la larga bufanda que adornaba sus ataques ahora solo era un jirón de tela desgarrada. El lugar estaba completamente desierto.

Hanzo, ya desesperado por no encontrar a nadie pensó en regresar. Pero un sentimiento de esperanza lo hizo proceder. Se detuvo un poco, después reviso el camino principal del pueblo y se quedo pensando. Era como si la chica hubiese desaparecido.

Su respiración comenzó a agitarse cada vez más. Tomo su costado, al instante en que lo hizo, sintió como la calida sangre pasaba por sus dedos. No le dio importancia y comenzó a correr nuevamente. Hasta que vio una figura que yacía en el suelo.
Apresuro aun mas el paso, ya no le importaba moverse sigilosamente como el buen Ninja que era. Al irse acercando cada vez más y más, reconoció a la figura que se encontraba en el suelo.

Era su alumna, conservo la calma. Ya estaba acostumbrado a este tipo de situaciones. Aun así, el corazón se le encogió al ver a su alumna, a la cual trataba como si fuese su hija, envuelta en un manto de sangre con múltiples heridas en el cuerpo.

-¡Tora!- Grito finalmente antes de acercarse hacia ella.

Pero no obtuvo respuesta. Temiendo lo peor, Hanzo la tomo entre sus brazos. Súbitamente, sin previo aviso, Tora abrió lentamente los ojos.
De su garganta salieron alaridos de ira mezclados con miedo, desgarrando el aire. Su cuerpo se movió lentamente tratando de levantarse. En todo el lugar, solo se observaban esas dos figuras.

-Calma, calma- Dijo tratando de confortarle.

-Ma-Maestro hanzo- Hablo débilmente, cuando por fin reconoció a la figura.
Un hilo de sangre salio de sus labios.
Hanzo no dijo nada, simplemente callo atento a escuchar las palabras de la chica.

-Me alegra que este aquí… Así la última cosa que vea será al gran Ninja que admiro- Trato de esbozar una pequeña sonrisa pero una mueca de dolor cruzo por su rostro.

-No te preocupes, estoy aquí- Dijo hanzo poniéndole una mano en la frente a su alumna. Tora asintió con una sonrisa y luego cerro los ojos, guardando la imagen de su maestro.

-Te recuperaras- El Ninja interrumpió el desgarrador silencio.

-No creo… Además, preocúpese por usted. Maestro, ese bastardo lo hirió, no pude hacer nada- Diciendo esa frase apretó fuertemente los puños sintiendo la vil impotencia.

-Esta bien, no te preocupes- Ella extendió la mano tocándole el rostro algo sorprendida. Acariciando con suma delicadeza sus mejillas, tratando de calmarlo.
Los ojos de ella parpadearon un par de veces al sentir un par de lagrimas humedecer sus manos. ¿Hanzo llorando?

-Calma- Hablo débilmente la Ninja, ella le sonríe despreocupada. De alguna manera extraña pudo sonreír al ver la tranquilidad en el rostro de la chica.

-Además… “usted y yo vivimos como ninjas, debe estar siempre listo para la muerte”- La chica volteo la mirada a otro lado, lo ultimo que quería ver era a su maestro llorando por su muerte, y todo por no haber sido capaz de eliminar a su enemigo.

Hanzo no supo que responder ante tales palabras. Era verdad, el siempre le decía eso a su alumna y ahora estaba mostrando lo contrario.
Siempre había sido serio, pero ella lo trataba como si fuera su padre. Siempre lo hizo, hasta el día de hoy.
Finalmente, el Ninja reflexiono un poco calmándose, de verdad se había encariñado con “Tora Hibary” hasta el punto de quererla como su propia hija.

-“Al cielo o al infierno,,, cualquiera se decide por el destino”- Era la respuesta correcta para lo que la niña había dicho. O eso pensó en ese momento.

-jm… Te quiero… pa-dre…- Tora tomo su ultimo suspiro, lentamente cerro los ojos para no volverlos a abrir nunca mas.

-Tambien yo- contesto seriamente. No podía llorar, sabia bien que si lo hacia Tora se sentiría mal.

Hanzo se quito la mascara que cubría su rostro y deposito un pequeño beso en la frente de la chica. Mientras la levantaba con algo de dificultad debido a la herida que continuaba sangrándole.
Al salir del pueblo, varios recuerdos le venían a la mente,  lentamente las llamas se iban consumiendo.

Pasó alrededor de un mes después de que tora dejo el mundo material. Hanzo se encontraba en un callejón vacío, caminando después de haber terminado una misión asignada por el shogun Tokugawa. Debía apurarse, ya que había acordado de darle la información, incluso el más mínimo detalle a Yagyu Jubei.

-¡¡SEÑOR HANZO!!- Escucho a sus espaldas. Volteo rápidamente al reconocer la voz que lo llamaba.

Se sorprendió al ver que Tora venia corriendo para abrazarlo como solía hacerlo de vez en cuando. ¿Cómo era posible?. Indescriptible sentimiento lo embargo cuando Tora lo atravesó como si se tratara de una ilusión que la chica usaba para jugarle bromas.
Pero esta vez no era así.  Sonrío un poco levantando la mirada para observar la luna llena, que yacía en el horizonte fría y bella como siempre. Sin darle importancia, Hanzo Hattori retomo su camino a casa desapareciendo entre la oscuridad de la noche…

“La vida de un Ninja es mas difícil de lo que piensan. Supera la tristeza y se un honorable guerrero”.</i>